Mitos de Colombia


Algunos mitos de Colombia


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Bachue y la creación del mundo



Bachué, la madre chibcha, salió de la laguna de Iguaque una madrugada, llevando un niño en los brazos. Era una bella mujer, cubierta solamente por una túnica de pelo negro, que le arrastraba

Apareció lustrosa, recién escurrida del lago. Una madrediagua morena, garbosa, de senos redondos, firmes, cobrizos, terminados en puntas más oscuras. Caminaba afirmando las piernas ágiles, venía de nadar tanto que se le formaron pantorrillas de hoja de palma y muslos fuertes. En los brazos, la criatura también desnuda.
Bachué se instaló entre los Chibchas, se ganó su confianza y su afecto. Les enseñó normas para conservar la paz con los vecinos y el orden entre las gentes de su cercado.
El niño creció y Bachué, encargada de poblar la tierra, empezó a ser fecundada por la criatura que había portado en sus brazos. Sus alumbramientos eran múltiples, como los de las conejas. En el primer parto se contaron mellizos, en el segundo trillizos, en el tercero cuádruples y así hasta que se consideró que su tarea reproductora sobre la tierra estaba cumplida.
En pocas edades recorrió muchos cercados, y por todas partes dejó criaturas y enseñanzas. Pasó el tiempo y la mujer pobladora no envejecía. De pronto, su cuerpo se destemplan; los senos se le escurren; las piernas se le aflojaron; su cuello ya no era lozano; el rostro estaba poblado de arrugas; había un gran cansancio en su mirada. Sin avisar, se metió a la laguna de Iguaque, acompañada del mismo ser que había traído. Se lanzó a las aguas. Un gran bostezo del lago la devoró, convirtiéndola en serpiente, símbolo de inteligencia entre los Chibchas.
Los nativos aseguraban que de vez en cuando veían a la culebra asomar los ojitos brillantes a la superficie de las aguas vidriadas, en las noches de luna, cuando acudían a llevarle ofrendas. Arrojaban adornos de oro, utensilios y copas doradas, en la seguridad de que ella estaba en el fondo de la laguna recibiendo los regalos, de buen corazón.
Al varón no le pusieron mayor atención. Ella quedó para siempre con el título de madre de la humanidad, fuente de toda vida. Y como venía del agua, los naturales comenzaron a adorar las lagunas y las ranas, los renacuajos, las lagartijas, todo síntoma de vida que brotara de las aguas. Fundieron en oro alfileres rematados en batracios, se colgaron al cuello dijes en forma de lagarto y divinizaron a las ranas, que en adelante serían el símbolo de la fertilidad.

Bochica el Maestro de los Muiscas



Era un anciano venerable de largas barbas blancas, piel blanca y ojos azules, vestido con una manta grande, que lo cubría casi hasta los pies. Venía acompañado por una mujer más joven y también blanca.

Desde el primer momento Bochica simpatizó con los indios y comenzó a enseñarles sus principales virtudes: no matar, no robar, no mentir y ayudarse los unos a los otros. Después comenzó a enseñarles sus principales actividades: a construir sus casas, a sembrar la tierra, a fabricar las ollas de barro, a tejer las mantas de algodón y otras cosas, todas provechosas.
Bochica quería mucho a los indios y estos lo querían a él. En cambio, la mujer de Bochica nunca los quiso y siempre procuró hacerles mal.
Una vez aprovechando la ausencia de Bochica, inundó la sabana, daño con ello las casas y las sementeras de los indios, a los cuales puso en situación desesperada hasta cuando regresó el anciano, a quien los indios dieron la queja de lo ocurrido.
Tan indignado se sintió Bochica contra su mujer, que la castigó convirtiéndola en lechuza. En seguida se dirigió a los cerros que rodean la sabana y con una varita de oro, que siempre usaba, tocó las rocas, que se partieron para dar paso a las aves. Así se formó el salto del Tequendama.
Pero no todos los indios se portaron bien con Bochica ni le agradecieron debidamente los grandes beneficios que de él habían recibido, por lo que el anciano maestro se sintió indignado con ellos. Así que en la primera oportunidad desapareció por el arco iris, en el que se ve cuando una persona lo mira desde el Salto del Tequendama.

Creación del mundo


Aseguran que Dios sacó el mundo de su pensamiento «chirinchadeuba», admitiendo en esto una especie de emanantismo transeúnte. Creó las cosas imperativamente. Respecto del agua relatan una leyenda curiosa, la más vulgarizada entre ellos.

Aunque el mundo de Caragabí era muy hermoso, tenía, sin embargo; un defecto: le faltaba agua. El mismo dios sentía mucha necesidad de este elemento. Soñó tres veces que había agua en el mundo, pero ignoraba el punto fijo. Tenía Caragabí una paloma que andaba afanosa en busca de agua para su dueño y al fin la consiguió, pero no en este mundo, sino en otro, cuyo soberano se llamaba Orre.
Caragabí soñó de nuevo que había agua en su mundo. Hay que tener presente que los indios Catíos dan suma importancia a los sueños.
Después de este segundo sueño, Caragabí ordenó a un domingu (pájaro mosca) que averiguara el lugar del agua. Algunos varían la narración diciendo que el mismo dios se volvió pájaro para sorprender más fácilmente al dueño del agua. Lo cierto es que el domine divisó dentro de la concavidad de una peña a Guzerá bañándose.
Aquella inmensa concavidad hermética cerrada con una puerta de piedra, estaba llena de agua cristalina y surcado por sus ondas vistosísimos peces con que se alimentaba Gentzen. Caragabí soñó que Gentzen era una mujer mezquina y miserable que se negaría a prestarle agua.
Efectivamente, Caragabí se presentó a las puertas de la encantada peña pidiendo agua, pero Gentzen no se dignó abrirle la puerta ni contestarle. Por tres veces repitió la súplica, pero no obtuvo respuesta.
No por esto quedaron vencidas todas las dificultades. Genené quedó enredado en unos bejucos que impidieron que se derribara en tierra y fertilizara el mundo con sus aguas.
Caragabí se vio en otro conflicto. Llamó a varios animalitos, que entonces aún eran seres racionales, para que se encarnaran por las ramas de Genené, a fin de cortar bejucos que impedían la caída del árbol. Todos ellos habían de subir con una fruta en la boca, y el que cayera antes que la fruta al suelo, sería el poderoso que había de tumbar definitivamente el gigantesco árbol.
El primero que subió fue un mico llamado Yerre, pero no pudo. Después subió el mono llamado Zrúa, que tampoco obtuvo resultado, subió una ardita, llamada Chidima, que desenredar las ramas del Genené, pero como es tan pequeña cayó la fruta que llevaba y con el árbol que contenía la tan codiciada agua.
Al brotar las aguas del Genené se inundó todo la tierra y arrastraron sus ondas todos los vivientes, menos a Caragabi y diez personas más que se salvaron, gracias a que se subieron en una elevada peña a la que no llegaron las aguas. Un año duro la inundación. Caragabi, durante este tiempo mandó a una garza para que averiguara si había quedado algún sitio bueno en el que pudieran vivir.
La garza encontró mucho pescado y, cebadam pero no volvió. Luego Caragabi envió un gallinazo, que tampoco volvió por haberse quedado comiendo peces muertos. Envió en tercer lugar a un patogujo (pato de monte) que se entretuvo comiendo un pescado que llaman guacuco, sin acordarse de cumplir el mandato de Caragabi.
Burlado por aquellos desobedientes mensajeros, acudió a su poder omnipotente. Escupió dos veces al suelo y cubrió su saliva con una totuma, y en seguida la saliva se convirtió en una blanquísima paloma. Ella fue la mensajera que trajo a Caragabi la noticia de lo que estaban haciendo los mensajeros que la precedieron, y la que dio con el lugar que podía ser habitado por los supervivientes del diluvio.
Al momento Caragabi y las otras diez personas abandonaron la peña y se fueron al sitio que les indicó la paloma. De la inmensa concavidad de Genené procede el mar; de sus ramas, los ríos; de sus brotes, los riachuelos que corren por las quebradas; y de sus renuevos pequeños, los charcos.
El tronco de este árbol Genené existe todavía, pero en un lugar desconocido para ellos. A sus cuatro lados hay otros cuatros cirios encendidos, de una piedra muy fina llamada mompahuará, que arderán hasta el fin del mundo.
Cuando llegue el fin de los tiempos, de aquellos cirios de piedra se desbordara un río de fuego que arrasando el mundo acabará con todo y renovará la superficie de la tierra, la cual quedará muy hermosa y vendrá a habitarla Caragabí con todos los moradores del cielo.

El Bufeo Colorado


La historia del bufeo colorado nace a orillas del río amazonas, en donde durante las noches de fiesta aparecían hombres extraños, que tenían características específicas: tez blanca, altos y siempre con sombrero.

Ellos se encargaban de encantar a la mujer más bella de la fiesta. Luego de bailar con ella, hasta entrada la madrugada, se la llevaban siempre hacia un destino incierto. De ellas no se volvía a saber nada, desaparecen sin dejar rastro.
La preocupación hizo que los indígenas pensaran en seguirlos, con el fin de conocer el paradero de las mujeres. Para reconocer el rostro de los extraños hombres, decidieron darles masato, para hacer que sus sombreros cayeran y así poder ver sus rostros.
A uno de estos hombres, que ya estaba borracho, se le cayó al suelo el sombrero convirtiéndose en una raya, Después se quitó los zapatos, que se convirtieron en cuchas, y por último su correa terminó siendo una boa.
Al despertarse, los hombres se metieron al río, pero ya no eran los mismos. La mitad de su cuerpo era la de un bufeo rosado y la otra era la de una persona, luego de entrar en el Amazonas no volvieron a salir.
Según algunos testimonios de vez en cuando los bufeos vuelven a salir de este río, para enamorar mujeres hermosas.

El origen de la luz




En el principio todo era oscuridad. En aquel tiempo solo vivian cuatro hermanos puinaves de nombre Guarirom, Kwai, Pirkibiari y Nibdá. El primero era el mayor de todos y fue el hacedor del universo, y la última era la única mujer.

Guarirom creó primero el cielo, el sol, la luna y las estrellas, después hizo la tierra, los ríos, los peces y las aves. Por último, creó a los hombres. Sin embargo, todo permanecía oscuro, las nubes tapaban la luz, no dejaban alumbrar el sol.
En medio de esa oscuridad se bañaban todos los niños. El sol y la luna, que vivían juntos, aprovechaban estar en tinieblas para robarlos, asarlos y comérselos.
Los padres de los pequeños veían que sus hijos desaparecen, pero no entendían ni el cómo ni el porqué. Un día se dieron cuenta de la causa y decidieron vengarse. Invitaron al sol y a la luna a una gran fiesta para la que las mujeres hicieron mucha chicha, valiéndose del guarapo obtenido por los hombres de una gran cantidad de caña molida.
Al La fiesta empezó a desarrollarse con cánticos y bailes, dando a beber chicha en forma continua al sol y a la luna hasta conseguir emborracharlos. El sol, mareado por el mucho consumo, se tiró al suelo, y la luna, muy borracha, se acostó a su lado. Una vez que estuvieron dormidos les prendieron candela.
El calor del fuego los despertó, y corrieron hacia el río. La luna se arrojó a las aguas, mientras que el sol se sentó en la proa de una curiara -canoa-. La luna arrojaba agua a su esposo, quien le decía que no lo apagará porque tenía que dar mucha luz a la gente cuyos niños había robado y comido, para de este modo compensarlos en algo.
- Debo secar el casabe que llevan para sus viajes, y también el monte para que cultivan el plátano y siembran la yuca; debo pagar el mal que les he hecho.
En ese momento empezó a elevarse; Guarirom, que los observaba desde muy cerca los observaba. Separó las nubes y la luz brilló sobre la tierra. La Luna, como buena esposa, lo siguió a las alturas, no sin antes decir a los puinaves que si bien ella no alumbrará todos los días, al menos no permitiría la oscuridad continua de las noches, para tratar de pagarles un poco la falta cometida.

Los Tikunas pueblan la Tierra


las perdices, los paujiles, los monos, y los grillos había visto envejecer la tierra. A través de ellos se daba cuenta de que el mundo vivía y de que la vida era tiempo y el tiempo... muerte.
No existía sitio más bello que aquel donde Yuche vivía: era una pequeña choza en un claro de la selva y muy cerca del arroyo enmarcado en arena fina. Todo era tibio allí; ni el calor ni la lluvia entorpecían la placidez de ese lugar.Dicen que nadie ha visto el sitio, pero los Tikunas esperan estar allí algún día.
Una vez Yuche se fue a bañar al arroyo, como de costumbre, llegó a la orilla y se fue introduciéndose en el agua hasta que casi estuvo enteramente sumergido. Al lavarse la cara se inclinó mirándose en el espejo del agua; por primera vez notó que había envejecido.
El verse viejo le entristeció profundamente: - Estoy ya viejo... y sólo. ¡Oh! si muero, la tierra quedará más sola todavía.
Apesadumbrado, despaciosamente emprendió el regreso a su choza. El susurro de la selva y el canto de las aves lo embargaban ahora de infinita melancolía. Yendo en camino sintió un dolor en la rodilla, como si lo hubiera picado algún insecto; no pudo darse cuenta, pero pensó que había podido ser la picadura de una avispa.
Comenzó a sentir que un pesado sopor lo invadía. -Es raro como me siento. Me acostaré tan pronto llegue.
Siguió caminando con dificultad y al llegar a su choza se recostó, quedando dormido. Tuvo un largo sueño. Soñó que mientras más soñaba, más se envejecía y más débil se ponía y que de su cuerpo agónico se proyectaban otros seres.
Despertó muy tarde al otro día. Quiso levantarse, pero el dolor se lo impidió. Entonces se miró la inflamada rodilla y notó que la piel se había vuelto; le pareció que algo en su interior se movía. Al acercar más los ojos vió con sorpresa que, allá en el fondo, dos minúsculos seres trabajaban, se puso a observarlos. Las figurillas eran un hombre y una mujer: El hombre templaba un arco y la mujer un chinchorro. Intrigado, Yuche les preguntó:
- ¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo llegaron ahí? Los seres levantaron la cabeza, lo miraron, pero no respondieron y siguieron trabajando. Al no obtener respuesta, hizo un máximo esfuerzo para ponerse de pie, pero cayó sobre la tierra. Al golpearse, la rodilla se reventó y de ella salieron los pequeños seres que empezaron a crecer rápidamente, mientras él moría. Cuando terminaron de crecer, Yuche murió. Los primeros Tikunas se quedaron por algún tiempo allí, donde tuvieron varios hijos; pero más tarde se marcharon porque querían conocer más tierras y se perdieron. Muchos Tikunas han buscado aquel lugar, pero ninguno lo ha encontrado.

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